martes, 22 de mayo de 2007

AMSTERDAM, UN OASIS DE LIBERTAD (SEGUNDA PARTE)




Siguiendo con los encantos que Ámsterdam ofrece, diré que una de las cosas que más llama la atención son los coffee shops. La nebulosidad de la marihuana de culto que se fuma allí hace que el café sólo sea un complemento del verdadero motor de este negocio. Las risas parecen brotar naturales y los ojos se esconden tras los parpados. Todo es felicidad entre los apellidados “fumetas”. Una de las frases que me hizo mucha gracia cuando estuve fue la de un español que vivía allí y que me dijo “esto es vida, venden medicina sin receta, tío, y no hacen ni redadas”. También en algunas tiendas se vende el hongo mágico que no es el post de la bomba atómica, aunque la metáfora pueda servir. Por lo visto se trata de un alucinógeno que provoca muchas visiones y fantasías.

Ámsterdam ofrece, de este modo, las ideas preconcebidas, pero los que sólo hacen la consabida excursión en barca se pierden los rincones secretos a los que sólo se accede a pie (por ejemplo, en el distrito de Jordaan: un museo extravagante o un anticuario exquisito en el sótano de una casa del canal). En un grupo de casas, las plantas superiores se convierten en una capilla católica, muy adornada en 1663; durante esa década, en esas casas se celebró misa, mientras el severo calvinismo avanzaba sin freno.

Dos siglos más tarde, en el desván del 263 de Pinsengracht, Ana Frank y su familia se escondieron de los nazis; el famoso libro escrito por ella nos deja testimonio de la incruenta crueldad de los hombres y el miedo de las gentes que se escondían de una muerte segura. Hoy en día su casa se ha convertido en un museo para que sea recordada.

Aunque durante casi toda su historia (menos 1808-1810) haya sido la capital oficial de Holanda, nunca ha sido la sede de la justicia, el gobierno o el parlamento holandés, ya que todos estos órganos se encuentran en la ciudad de La Haya, que por tanto es la principal ciudad del país con respecto a política y justicia. Ámsterdam tampoco es la capital de la provincia de Holanda Septentrional, que siempre ha sido Haarlem. Una de las respuestas puede ser que los parlamentarios quieren huir a zonas no tan bulliciosas y nocturnas para poder tomar las mejores decisiones. La noche en esta ciudad es de impresión. Se puede ir al Panama, o el Club 11 que son algunos de los mejores “lounge clubs” de esta ciudad. Si se quiere salir, solo se tiene que poner rumbo con el tranvía hacia Leidseplein o la Rembrantplein.

La ciudad aun tiene más facetas de su carácter que mostrarnos y estas se producen a finales de abril, por el cumpleaños de la reina, cuando el centro se cierra y la ciudad rebosa del color nacional, el naranja (la familia real pertenece a la casa de Orange), durante dos noches de caos, pelucas del susodicho color, camisetas y cerveza también de color naranja. Al día siguiente, a primera hora no queda nada de la basura producida y recogida con celo casi calvinista.

Como dije al principio, otras ciudades se podrán apropiar del atributo de ser las más monumentales, pero ésta es la que mejor define el mito del espíritu, la más intemporal y la que más se ha acercado a la propia libertad del individuo.

miércoles, 16 de mayo de 2007

AMSTERDAM, UN OASIS DE LIBERTAD (I)







Hay ciudades que se convierten en mito sin querer serlo. El mito de Ámsterdam es un mito del espíritu. Siempre que pensamos en Ámsterdam la mente nos nutre de palabras como libertad, tolerancia, sencillez, soltura, licencia, y, porque no, libertinaje. Ofrece una interesante mezcla de lo abierto y lo encubierto, de lo franco y lo clandestino. La ciudad ha logrado su justificada fama por la imagen que ha proyectado al exterior, ya sea a través de un Rembrant o los escaparates iluminados de rojo del barrio del mismo nombre. Sin embargo, no hay que quedarse nunca en la fachada que nos proyecta una ciudad, sino bucearla para descubrir esas pequeñas atracciones menos visibles, esos pedacitos de belleza o de historia que merecen toda nuestra atención.

Hay veces que incluso el tópico más tópico es agradable de conocer. Sus canales no la hacen nombrar la Venecia del norte ( mote apropiado por su amiga norteña Estocolmo), sin embargo, son elegantes y armoniosos; los cuatro anillos concéntricos de Grachtengordel forman paseos acuáticos flanqueados por delicados árboles a través de los cuales pasa una luz tamizada. Las casas tienen fachadas de escasos 3 metros y, aunque parezca un eufemismo, son muy verticales. Tan empinadas se encuentran que son necesarias las poleas que sobresalen de sus tejados para subir y bajar objetos pesados. Los puentes peraltados y los caminos adoquinados definen físicamente la forma del centro de la ciudad antigua y transportan al visitante a su edad de oro, en el siglo XVII.


A principios de ese siglo, Ámsterdam se convirtió en una de las ciudades más ricas del mundo. Desde su puerto, salían embarcaciones hacia el mar Báltico, Norteamérica, África y las tierras que ahora representan Indonesia y Brasil... De este modo se creó la base de una gran red comercial que les llevaba a todo el mundo. Los comerciantes de Ámsterdam poseían la mayor parte de la Dutch East Indian. En esa época Ámsterdam era el principal puerto comercial de Europa y el centro financiero más grande del mundo. La bolsa de Ámsterdam fue la primera que funcionaba a diario. Y con esas premisas se movieron libremente Rembrant, Vermeer o alguno de los mejores artistas del momento y que allí habitaban. Hoy los podemos observar en el Rijksmuseum, él único edificio realmente monumental de esta ciudad tan íntima, mientras que Van Gogh merece un museo solo para él.

Aconsejo observar detenidamente la famosa obra de Vermeer “La joven de la perla” (perfecta la interpretación de Scarlett Johansson encarnando a la joven Griet en la película que hizo Peter Webber). Pasados unos segundos centrados exclusivamente en dirigir nuestra mirada a la pintura, se nos traslada el sentimiento y la sensibilidad propia de la joven allí retratada. Me produce mucha curiosidad como un dibujo, que al final es papel y color, nos traslada sensaciones y nos hace emocionarnos. “Porque es arte”, me contestará cualquiera de vosotros. Pues bien, solo decir que a este cuadro, que tiene película y novela, solo le falta el resto de las artes. Podria haber una canción, una escultura, un poema...


No debemos olvidarnos de la contracultura de la ciudad más terrenal del “puerto de Ámsterdam”. Las meretrices se muestran risueñas y tratan de ofrecer sus encantos a todo aquel que se atreva a cruzar el muro de cristal que las separa del mundo exterior. Esta ciudad es uno de los pocos sitios en el mundo donde no se utiliza la hipocresía o el cinismo en este tema. La prostitución está legalizada. En otros países no se sabe si entra en el campo de la legalidad o la moralidad. El barrio rojo esta plagado de turistas que les hacen fotos cual animales enjaulados y que entran a ver espectáculos de sexo en vivo.


En otro artículo expondré algunas ideas más que me provocan este adalid de la libertad llamado Ámsterdam.