miércoles, 17 de enero de 2007

¡¡¡¡¡ASUCA MI AMOL, HABANEANDO!!!!!








La Habana es una ciudad atemporal, una isla en el sentido más radical de la palabra, un automóvil americano, un habano, un boxeador, una bailarina, un mulato con camisa imperio, un olor a combustible, a humedad... éstas son algunas de las imágenes con las que se suele asociar Cuba y que han conferido a la Habana cierto halo mágico en los últimos decenios. Al menos para la gente de fuera, es una especie de El Dorado, un lugar a medio camino entre un refugio y el nirvana.

Desde el malecón mas famoso del mundo, se asoman los sueños y esperanzas de un quizá algún día, de un podrá ser mañana, de un “viva Fidel”, de un que “que caiga el barbudo”. Se puede ver las caras de los cubanos mirando al horizonte y depositando allí sus ilusiones. Estaría bien pensar que el último experimento utópico de la ideología ha funcionado y que hay una alternativa a lo que el resto del mundo ha aceptado como dogma de fe. No cabe duda de que el comunismo tenía más probabilidades de prosperar en un clima cálido, y no son muchos los lugares en este planeta cuya humanidad y alegría de vivir den sentido a ese don maravilloso que es la vida. Y con tan poco.
No hay día que pase en la Habana que no caiga un desvencijado edificio, que se corte la electricidad y que en las tiendas apenas quede nada, a no ser ese excedente de azúcar tan poco beneficioso para los dientes y que el país ya no tiene a quién exportar. Pero bueno, ya lo dijo Sabina:

“Y a las barbas de la revolución
les salían más canas cada día,
y el mañana era un niño que mentía,
y todos se llamaban Robinsón”.

Estuve 2 veces y otras tantas que iría. Son las mejores estampas en blanco y negro que he visto en mi vida. No hay rincón que no se deje fotografiar, una exótica zona de guerra sumida en un decrepita edad dorada. Los edificios desconchados de la Habana Vieja son una mezcla de estilos barroco, neoclásico y árabe con fachadas ornamentadas y balcones de hierro forjado. Dentro de ese micro mundo vemos pasar los “boteros”, antiguos automóviles estadounidenses, que llevan dentro al fantasma de Pelvis. Las muchachas en bikini con rulos en el cabello son las musas de un Hemingway eterno apoyado en el Floridita con un mojito o un daikiri, o con los dos juntos. Los ancianos juegan al dominó en cada esquina, y en los bares no dejan de sonar las sensuales melodías que tanta fama han dado a la isla, no sólo el son de Cuba de Buena Vista Social Club, híbrido de melodías africanas y españolas, sino también el mambo, el chachachá o la rumba. También el rock, el jazz o el hip hop tienen su versión local. Aconsejo ver la película “Habana Blues” de Benito Zambrano. Excelente como retrata la vida actual en la isla y la filosofía de su gente.

El calendario en Cuba no existe, y si existiera seria como el cristiano. Un antes de Fidel y un Post. El Che tiene asignado su recuerdo en la mente de todos como el ideal a alcanzar, es el Quijote habanero que murió por sus creencias. Fidel representa al Sancho Panza, más realista y pragmático, aunque toda su Revolución tenga más de pensamiento que de alimento. Uno aplaude, sin duda, la tasa del cien por cien de alfabetización, los taxistas con licenciaturas, el sistema de sanidad del país que más médicos exporta y la ausencia de mendigos sin un techo donde cobijarse. La pobreza es, sin embargo, un problema acuciante, pero como suele pasar, inspira cierto sentimiento de pasión y amor a la vida. Y es que el aguante de los lugareños es proverbial y, aunque los días de la isla estén contandos...

“y el chulo de las musas de La Habana
llevaba una manzana en la cabeza.
Y el Caribe embestía contra el hotel,
y demasiados sueños dependían
de la buena o la mala puntería
que tuviera aquel día Guillermo Tell.”

... Y es que uno nunca se siente solo en ella. Gracias Cuba.

Raulet Artillero