martes, 12 de mayo de 2009

TODOS A BORDO... VILLEFRANCHE, MÓNACO, CORCEGA Y MENORCA.





























Acabamos dejando atrás la histórica y monumental Italia para adentrarnos en la colorida Francia. Os voy a llevar a sentir en primera persona las cálidas y sugerentes playas de Villefranche, puerta de entrada a Mónaco con el lujo a flor de piel, también a visitar islas bien diferenciadas. La agreste Corcega (un descubrimiento en mitad del Mediterraneo) y la encantadora Menorca. Así que... TODOS A BORDO con el Buque Pacific!!!!!

Villefranche es un puerto encantador de la Costa Azul, situado al norte de un pequeño pueblo de pescadores. Es la puerta de entrada hacia las ciudades más famosas de la Costa Azul : Niza, Cannes, Mónaco... Esta región atrae a los famosos por sus playas, su vida nocturna, su interior pintoresco. Lugar de retirada de numerosos artistas, también podremos visitar unos interesantes museos. Lo más divertido es que el barco no puede atracar en el puerto, y lo hace en medio del mar. Desde allí, y con una plataforma flotante atada a su parte exterior, te van llevando con lanchas rápidas a las playas del pequeño pueblo de Villefranche.

Desde aquí se puede hacer una a excursión Mónaco. Ciudad del lujo y del glamour, entregada a sus reyes, princesas, ferraris y demás artilugios propios de la clase pudiente. Casualidades de la vida, a todo el atrezzo de esta ciudad, ya de por si sobrecargado, se le añadió un toque más de distinción ya que a los dos días de nuestra visita comenzaba el Gran Premio de Mónaco y pudimos hacer el mismo recorrido, eso si, con menos velocidad, que el domingo haría nuestro querido Fernando Alonso y sus secuaces. La vida en Mónaco es apariencia y por un día, esta bien sentirse un rico más paseando entre los mejores coches del mundo. Me gusta la esencia de las cosas y aunque esencia y apariencia puedan parecer antónimos, esta ciudad tiene su propia esencia dentro de su apariencia. Bueno, sigo que me meto en unos jardines muy difíciles de salir. Dejamos atrás Mónaco y su lujo para adentrarnos en Córcega, una isla francesa en mitad del mediterráneo. Lo que más me sorprendió de esta isla es que a diez metros de la orilla de la playa nos encontramos un paisaje totalmente agreste y montañoso. Los "corsos" son conocidos por su dureza y valentía, y es que para convivir en esta isla hay que ser de una pasta especial. Los griegos habían bautizado esta isla Kalliste: la más bonita. Hoy se conoce a Córcega con el nombre de "isla de la Belleza" y, visto el paisaje, puedo asegurar que le va muy bien. Córcega también es un sitio soñado para los deportistas náuticos, los submarinistas y otros amantes del mar. Aún así, podriamos decir que Córcega es igualmente una montaña en el mar.

La penúltima etapa de nuestro crucero era Menorca. Una de las islas más bellas que conozco ya que no se han permitido las barbaridades urbanísticas que sus vecinas han sufrido. Quizá porque su nombre deriva de Minorica, o menor, la han protegido como a una hermana pequeña. Y ello se nota en el encanto de sus calas, en la estética mediterránea de los puertos de Mahon y Ciutadella. Hay un sitio, casi secreto, que os voy a revelar porque le debo visita cada vez que puedo asomarme a esta preciosa isla. El Faro de Favaritx. Este monumento marino se construyo en 1922 y aún podemos ver la cantera desde donde se extrajeron las rocas para construirlo. Podemos encontrarnos un paisaje totalmente lunar en una isla que es declarada por la UNESCO "Reserva de la biosfera".

El crucero finaliza en nuestra querida y conocida ciudad de Valencia. Nada que objetar a que un señor barco como el buque Pacific te deje a la puerta de casa.

miércoles, 6 de mayo de 2009

ROMA Y FLORENCIA. EL SINDROME DE STENDHAL








Llegamos al primer puerto de este emocionante crucero. El principal puerto de Roma es Civitavechia y desde allí se puede visitar esta histórica ciudad. Después nos adentraremos en la cuna del renacimiento visitando Florencia. Yo mismo, apasionado de esta última ciudad, os contaré los sentimientos que produce el pasear por sus calles.


Roma tiene tantas definiciones que caer en el tópico de nombrarla "la cita eterna" sería una manera fácil de comenzar este artículo. Me acogeré al derecho de robar una frase que leí en un libro donde Anthony Mingella, uno de los mejores directores y guionistas, dijo "Roma es una ciudad descuidada en la que te tropiezas con sus monumentos por accidente, como si los ciudadanos no tolerasen tanta cultura interponiéndose ante un capuchino o un sitio para aparcar".

Siguiendo con el hilo cineasta, diré también que Orson Welles afirmó que Italia estaba llena de actores, casi todos buenos, y que lo únicos malos estaban en las películas. Las calles de Roma son el mejor teatro de Italia, un escenario urbano de elocuentes y profundos ojos castaños de animados gestos acompañados de exclamaciones constantes. Quien no recuerda el más famoso gesto de los italianos con los cinco dedos unidos mirando el cielo.

En esta tierra obsesionada por la imagen, Roma gana la partida. Milán tiene la belleza en su ropa y Venecia en su exceso arquitectónico, pero la belleza romana es la más dórica y la más natural de todas. Aunque me pese porque soy un amante de Florencia, debo decir que Roma puede fanfarronear de ser metropolitana e indiferente ante el orgullo de saberse conocedora de su repercusión a nivel global. En este país de fuertes identidades autóctonas, Milán podría ser la capital económica de Italia, Turín, su centro industrial, y Florencia, su Meca cultural, pero cada una de estas ciudades resulta provinciana.

Esa altivez viene dada porque su belleza sedujo a los mejores artistas para que la engrandecieran ya desde la época del imperio romano. La búsqueda de las formas perfectas en sus pétreas esculturas, la singular magnificencia de su panteón o la fastuosidad del foro romano le dan un toque de, como no, ciudad eterna. También debemos resaltar que la arrogancia de Roma procede de las uvas y de la decadencia de su antiguo pasado imperial. Todo el mundo conoce la leyenda del lobo, y la ciudad está plagada de antigüedad y de monumentos: La Fontana di Trevi, las Termas de Caracalla, la Fontana di Trevi, el Campo dei Fiori, las escaleras de la plaza España, las fuentes y la columnata barroca de Bernini que rodea la plaza de San Pedro. Entre las antigüedades y la complicada topografía de sus siete colinas, la ciudad eterna es también una de las más verdes del mundo. Dispone del agua del Tiber, y sus avenidas y parques gozan del dosel
de unos peculiares pinos en forma de paraguas que, junto a sus murallas de un color entre rojizo y rosado, proyectan el aura mágica, púrpura y dorada que envuelve a la ciudad al anochecer.
Con todo este gratuito atrezzo, que director de cine se atrevería a no aprovecharlo en pos de una calidad suprema en su fotografía cinematográfica. Me acuerdo de una película de William Wyler donde Audrey Hepburn encarnaba a una muchacha aburrida de sus monótonos quehaceres como princesa. Cuando llega a Roma se escapa de su jaula dorada con Joe Bradley (Gregory Peck) para recorrer anónimamente la ciudad.

Hoy en día, de la belleza ya no se come y los romanos ya no creen que su hermosura salvará el mundo. En otro articulo explicaré la "otra cara" llena de berlusconis, Tangentopolis o gobiernos lobunos de la ciudad y que se puede observar cuando se visita por segunda vez una ciudad. Aquí las apariencias ya no engañan. y ahora, llegamos a Florencia. La amo. Si pudiera terminar este articulo con la sola utilización de esta frase, describiría a la perfección lo que siento por esta ciudad.
Conocerla "da vero" requiere un esfuerzo equivalente a su grandiosidad. Todo su casco antiguo es un conjunto sublime de arquitectura, escultura y pintura, que está magníficamente ensamblado como un poema o una canción, y cuya imagen provoca que el clic de las fotografías sea continuo, haciendo casi por si sola una ilusión de estar rodando una película. Florencia es ARTE.
Florencia es el Renacimiento. Este impulso surgió para tumbar las telarañas de una época gris y oscura, y fue un soplo de aire fresco donde todos los escultores y arquitectos rivalizaban con los clásicos en la búsqueda de las proporciones perfectas. ¿Quién no reconoce la belleza inaudita de ese hombre digno y orgulloso que es el David de Miguel Angel? ¿Quien no ha sentido la curiosidad de conocer a un ser tan curioso como fue Leonardo Da Vinci? ¿Quien no ha soñado alguna vez en arrastrar sus pies de un lado a otro, una y otra vez, del Ponte Vechio, queriendo así que no llegará el final nunca?.

Me dejaré en el tintero más de cien frases que me vienen a la mente con solo pensar en la dama "destinada a florecer". No me privéis en lo sucesivo del placer de hablaros de ella.