miércoles, 17 de octubre de 2007

BUDAPEST, LA CIUDAD APASIONADA








A ambas orillas del Danubio medio, Budapest representa una historia violenta de dos ciudades distintas. Unidas por un collar de puentes espectaculares, en el margen occidental se halla Buda, dominada por la verde y escarpada montaña del castillo de Vorhagy. En el margen oriental, más llano, se encuentra la ciudad de Pest, con los edificios del parlamento parecidos a Westminster. Buda refleja la herencia húngara de Budapest, mientras que Pest recuerda los tiempos imperiales en que la ciudad era la sede de aspecto oriental del imperio austro húngaro. Esta alianza llegó a a su fin en 1914, si bien recientemente salvó a Budapest del yugo comunista, en el verano de 1989, cuando Austria abrió las fronteras a sus viejas amigas y desapareció el Telón de Acero.

Buda se fundó en el siglo V y recibió el nombre del hermano de Atila el Huno. Los magiares, al mando de Apad, llegaron en el año 896, una fecha que se considera la de la fundación de la nación húngara y que trajo consigo una lengua extraña relacionada con el finés y considerada una “estepa” lingüística por lo monótona que resulta.

Pest (termino eslavo), por su parte, fue ocupada por alemanes, que llamaron a su hogar Ofen (“horno” en referencia a la abundancia de hornos de cal de la ciudad). La llegada de los mongoles, con su característica violencia, representó un alto en el período de desarrollo. En 1526, el reino magiar fue derrotado por los turcos y Budapest se convirtió en el puesto avanzado más occidental del Imperio otomano, un legado al que pertenecen los populares baños de la colina Gellert.

Después de la revolución de 1848, el kaiser de la monarquía dual (bautizado como KyK) intentó reimponer la autoridad austríaca con una nueva arquitectura imperial. La ciudadela de Buda estaba fortificada según los cánones Habsburgo, y Pest contaba con el Gran Bulevar, una plaza dedicada a los héroes y avenidas flanqueadas por árboles al modo parisino. Las dos ciudades se unieron por primera vez en 1873 mediante la robusta elegancia del puente de las Cadenas.

Las iglesias, los bastiones, las plazas y las fortificaciones de Buda parecen antiguas, pero, en realidad, se reconstruyeron después del devastador asedio nazi de 1944. Este fue el comienzo de los años más oscuros de Budapest, cuando la ciudad se encontró “bajo el culo de una rana en una mina de carbón”, como dirían los húngaros. El partido comunista instalo en el poder a Matyas Rakosi, y el país se convirtió en el “pequeño Stalin· mientras continuaban las persecuciones nazis. En 1956, los tanques soviéticos salieron a la calle para sofocar la revolución desatada por las políticas liberales del sucesor de Rakosi, Imre Nagy.

Budapest siempre conservó una forma de socialismo goulash más abierto que le hizo ganarse las simpatías de Occidente. Fue la ciudad más animada y escandalosa del bloque del Este (la potenciación de la prostitución le dio una fama sórdida, así como el apelativo de “la Bangkok de Europa”). Con esta colorida exuberancia, grandes músicos y la herencia imperial de su arquitectura y sus famosos jinetes húsares, Budapest desprende un aire de sofísticación fin de siecle. A diferencia de la delicada Praga o de la oprimida Bratislava, Budapest es la capital apasionada de Europa Central.

Y tan apasionada es que entre sus oriundos más famosos destaca Zsa Zsa Gabor (apasionada por el cine), George Soros (apasionado por el dinero) y Ilona Staller, alias Cicciolina (Apasionada por... por...).


“Budapest es la ciudad más encantadora del Danubio. Tiene un modo muy astuto de ser su propio escenario, como Viena, pero también posee una sustancia robusta y una vitalidad que desconoce su rival austríaca”.