martes, 3 de abril de 2007

GANTE, EL NACIMIENTO DE UN EMPERADOR





Lo primero que nos sugiere Gante es su tranquilidad y su familiaridad, el hacernos sentir como en casa desde que prenden en nuestros ojos sus románticos campanarios. Gante debe su nombre a la etimología gaélica Ganda, que significa cruce o confluencia, en su caso la de los rios Escalda y Lys, que regalan al viajero que los surca un delicioso paseo en barco.
Hay ciudades que las recordamos por sus monumentos, otras por sus rutas o acontecimientos, y otras por haber dado a luz, en sentido metafórico, a algunos de los personajes más populares de la historia. En este momento seguro estáis pensando quien fue el personaje que nació en Gante. Pues si, se trata de Carlos I de España y V de Alemania, uno de los hombres más poderosos de todas las épocas e hijo de nuestra “loca” más famosa, Juana. Desde aquella época, todos los ganteses han tenido una relación de proximidad con el monarca español, ya que se habla de él como si fuera un político local. Unas veces de idolatría y otras de humillación. Una vez Carlos I sometió a los ganteses a una dolorosa humillación pública: les condenó a que salieran a la calle vestidos tan sólo con unas sayas y con una soga al cuello. Lejos de querer olvidarlo, todavía salen igual a la calle durante las fiestas de Gante- que se celebran todos los años en el mes de julio-, orgulloso y altivo, en rencorosa conmemoración de los conocidos como “Los de la soga en el cuello”. En el 2000 se celebró el quinto centenario de su nacimiento, ya que allí se le reconoce como Carlos V de Alemania y no I de España.

Se la conoce también como La ciudad de las cuatro torres, siendo la soberbia de sus campanarios la que se hace sabedora de mucha más historia que cualquier libro. Destacamos la torre del Campanario Municipal, declarada por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad y desde donde se puede observar la ciudad desde las alturas. También se obliga, más que un puro consejo, a que se visite el barrio medieval Patershol, donde el musgo y las estrechas calles hacen que el paseo rememore antiguas huidas de los religiosos y seglares entre sus pasadizos, cuando las cosas se ponían muy feas. Como placer último después de haber ejercitado las piernas, nos haríamos tripulantes de un barco con la intención de recorrer sus eternos canales. En ellos, la ciudad tiene otra sensibilidad y otra forma de ser vivida. Divisar y reconocer en sus fachadas parte del siglo XVI, cuando la ciudad era la más grande de Europa (Salvando Paris) al norte de los Alpes.


Gante compite en belleza con la cercana Brujas y en poder con Bruselas. Sabedora que juega con la desventaja del desconocimiento por parte de los no belgas, trata de potenciar sus encantos, como una amante herida en su orgullo, tratando de que el viajero se quede prendado con los dulces aromas a chocolate, con el olor penetrante a incienso de sus iglesias, con los 250 tipos de cerveza del “De Bulle Griet”, y con la combinación perfecta de su gastronomía entre la exquisitez de la francesa y la abundancia de la alemana. Es una ciudad para soñar despierto.

También podemos hablar del primer club feminista de la historia. Los beaterios (donde debemos decir que la culpa inicial de su creación la tuvieron las cruzadas) se fundaron cuando los europeos emigraron en masa a defender la lejana Jerusalén y muchas mujeres quedaron solteras y viudas. Algunas no tenían dinero para pagar la excesiva dote que pedía un convento, otras simplemente querían vivir tranquilas a su aire. Así nacieron en el Siglo XIII los primeros beaterios, verdaderos gineceos en las afueras de la ciudad. Además prometían la castidad y eso es lo mas curioso dada su falta de medios todas tenían que ganarse la vida trabajando. Así nació sin querer el primer grupo de mujeres emancipadas de la historia en un mundo oscuro y medieval donde las féminas eran un instrumento para ganar guerras o parir hijos. Ellas fueron los ejemplos a todas las mujeres que quisieron vivir solas y con su propio sueldo.

















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