sábado, 11 de noviembre de 2006

cloketas menorkinas

BUAAAAAAAAAAA; BUAAAAAAAAAAAAAAAAAAA, INGUEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE….SNIF, SNIF….
Dejadme que me curé del soponcio, y que levante el moquillo de la jartá a llorar que me he echado cuando he abandonado mis queridos itakeños, y mi paraíso durante una semana. Así os cuento:

PREFACIO

I have a dream. Soñé que existía una tierra donde las personas eran estupendas y el entorno idílico. Soñé que podía compartir inquietudes tanto culturales como viajeras con escribanos del mail. Estaba detrás de la pantalla de mi ordenador y como en la película del exorcista me decidí a atravesarla, me succiono un haz de luz y llegué al mundo Itaca. ¡Bienvenido seas!- Me dijo el Ulises desde su orilla. A partir de aquí, nada volvería a ser igual en mi vida…


20 de julio de 2005

Con maleta cerrada y las ilusiones intactas, me descargaron en el aeropuerto de Valencia el susodicho dia por la mañana. Entregue mi billete y tuve el primer problema, pues la gentil y amable, a la par que sencilla, señorita de Iberia me dijo que no había ningún destino que se llamara Itaca. Se arreglo previo soborno de un jamón que llevaba para Ulises. Minutos más tarde, me acerque al control policial para pasar mis pertenencias. Aquello comenzó a pitar dado que en el scanner vieron una “traca” enrollada en la pernera de mi pantalón. Dije que era Raul Escriva “alias el Artillero”, pero lo primero que me olieron fue el aliento. Descubierta mi no afición a la bebida mañanera me revisaron hasta la junta de la trocola, así como por debajo de las uñas de los pieses. Que exageraos! Pensé. Soy de Valencia, la tierra de la luz y el color, así como de los cohetes, no entiendo porque este revuelo. Me pusieron camisa de fuerza y me llevaron escoltado hasta la puerta de embarque. Me cargaron con el equipaje y me soltaron en una isla remota llamada Menorca.
Que curioso pero solo aterricé me estaba esperando un coche para ir a Cala Mesquida, una calita que nada tiene que envidiar a las que existen en el Caribe. Me bañé cabeza y todo y tomé el sol para diezmar las muchas horas de trabajo que llevaba acumuladas. A eso de las 19:00 me llamó un tal Diego, al cual yo conocía virtualmente como
diegomenorca@hotmail.com, pero no, existía de verdad. Tomé mi coche y vi a lo lejos una silueta de un caballero, enjuto en carnes, rocín flaco de los de daga en astillero, y que vivía en no me acuerdo que pueblo. Me llevó a su posada desde donde pude contemplar unas magnificas vistas de la isla así como escuchar un delicioso disco de jazz. Me invitó a un traguito de Pomada. “Ostia,-pensé- pero si no me he dado ningún golpe, pa que voy a necesitar Trombocit o otra clase de ungüento”. Posteriormente, descubrí lo que era. Me acople y a los 4 minutos de conocernos le dije que “Diego, Açò te que pegar un ESCLAFIT” (Perdonad, pero se me acaba de estropear el tadructor otomático y no se puede tadrucir).
Fuimos a cenar al Puerto de Mahon, donde tenia alineados todos mis yates, tal y como había ordenado antes de marchar de mi tierra. La cena fue exquisita y el entorno incomparable. Era una acuarela natural. Con el posterior paseo nos acercamos a ver un pequeño barco (300 metros de eslora) que se me escapaba de mi flota particular para ver si no habían pagado la “ORA” y denunciarles. Pero tratose de un buque del Instituto oceanográfico Pañol con sus gallegos como tripulación y los científicos mareados. Cabe recordar que todos los gallegos eran recios lobos de mar y los científicos unos gafotas acusícas, capitán de las sardinas. Aun así nuestra voraz curiosidad nos llevó a preguntarles quien era el capitán pues éramos unos pidioristas valencianos y queríamos hacer un documental sobre la vida en el mar (Con dos coj.) y que si podíamos rodar con nuestro pofesional equipo (Cámara Canon 16 válvulas o en su defecto camarilla móvil).
Nos quedamos con el numero de su matricula para llamarles después. La noche acabó pues Diego de Menorca (Que no de la Mancha) tenia que dormir ya que al dia siguiente tenia que hacer una salida rápida para derrotar a no se que gigantes.
Dormí como un lirón.

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